Hijos de otros dioses

Puerto Esperanza, Purús, región Ucayali, borde territorial del Parque Nacional Alto Purús

Hace unos días, en Puerto Esperanza, estuve a punto de conocer a José Carlos Meirelles, el mítico defensor de los indígenas amazónicos, lamentablemente mi avioneta aterrizó en la capital de la provincia de Purús poco después de su partida, así que me tuve que quedar con los crespos hechos. No importa, ya habrá tiempo de conocer al antropólogo que junto a Sidney Possuelo le dio vida a la FUNAI, la Fundación Nacional del Indio del Brasil, la institución que en su momento supo ponerse al frente de la lucha por los derechos y la vida de los indígenas no contactados que todavía habitan en el gigante sudamericano.

Quien sí lo vio y tuvo la suerte de compartir con él gratísimos momentos fue Max Villacorta, el biólogo responsable de la WWF en Puerto Esperanza para quien “los indígenas en aislamiento no reconocen las fronteras que han impuesto los gobiernos y se trasladan de un país a otro en busca de los recursos del bosque o simplemente para escapar de las presiones que madereros y otros invasores imponen sobre sus territorios”. Max vive desde hace buen tiempo en esta alejada localidad de Ucayali y desde su llegada a Puerto Esperanza trabaja en un programa que su institución ejecuta en el Parque Nacional Alto Purús; por eso es que conoce como pocos la situación de las poblaciones que habitan dentro del Parque Nacional y en la Reserva Comunal Purús, un área de 200 mil Km2 de extensión creada en el 2004 por el gobierno peruano para proteger a los pueblos en aislamiento que se desplazan por el interior de la floresta de una de las regiones más biodiversas y ricas en recursos naturales del planeta que estamos destruyendo.

“No pude contener las lágrimas cuando Meirelles me mostró las imágenes de un campamento de indígenas en aislamiento y pude ver por primera vez sus rostros, sus cultivos, sus herramientas, sus armas con las que resisten la ocupación de sus espacios de vida”, me lo refirió Max en su oficina mientras tomábamos desayuno con Rulo Santivañez y Gonzalo Lugon, de Camino Films, el equipo con el que nos hemos asociado para producir reportajes viajeros. “Meirelles ha convivido con ellos, no está bromeando”, agregó como queriendo cerrar de un solo plumazo una discusión que se ha hecho fuerte en Lima y que tiene como protagonistas, de un lado, a los que quieren demostrar la inexistencia de grupos humanos fuera de la civilización occidental y a los que, de otro lado, los anima el convencimiento de que en la Amazonía peruana habitan seres humanos que han decidido rechazar el contacto y siguen viviendo en la edad de piedra.

Los indígenas en aislamiento voluntario o no contactados -o calatos, como los llaman en tono despectivo los mestizos que viven en los pueblos y ciudades de la selva peruana- forman parte de una realidad social que hay que asumir sin demora. Constituyen una población minoritaria -los especialistas del SERNANP calculan que deben ser 500 o 600 los que todavía perviven en el Purús- que se encuentra amenazada por doquier, atrapados entre muchos fuegos, en franco proceso de aniquilamiento. Mereilles los defiende en Brasil y durante las horas que visitó Puerto Esperanza intentó llamar la atención de las autoridades peruanas sobre este drama sin obtener la respuesta que esperaba. Lamentablemente no somos un país que se destaque por la defensa de sus poblaciones autóctonas, eso me queda claro. Y menos cuando se trata de los derechos de un grupo de hombres y mujeres que habitan las mismas geografías que los consorcios poderosos que dominan el mundo intentan reducir a nada a cambio de sus riquezas naturales. Qué horrible.

Les dejo el video que mi amigo Max Villacorta recibió de manos del propio José Carlos Mereilles, el buen samaritano que sigue creyendo en un mundo mejor para todos sus hijos:

Publicado el julio 8, 2014 en Uncategorized. Añade a favoritos el enlace permanente. Deja un comentario.

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