Archivos Mensuales: abril 2009

76. Conchucos, las OGD y el turismo nacional

(Hotel Konchucos Tambo, San Marcos, Áncash). Tranquilo Pino, las OGDs no han sido copadas por esa Hidra que intenta pergeñar “uno más de sus ingeniosos relanzamientos para doblarnos las manos desde las estructuras mismas de nuestros estados” como lo manifiestas -con la franqueza de siempre- en un comentario a un artículo mío publicado en esta misma columna. O blog. Tranquilo, el monstruo del Norte no siempre logra embutirse todo lo que se quiere comer con tanto afán.

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Y lo digo desde el convencimiento de quien viaja y viaja intentando encontrar las claves que nos permitan enderezar el rumbo de un país que no quiere seguir siendo una chacra. O un páramo. O una fogata, siempre siguiendo la clarísima advertencia de Basadre. No creo ser un escriba despistado o un festejante de sucesos nimios. Las Organizaciones de Gestión del Destino (OGD) –o los Entes de Gestión de Destino (EGD), en la terminología del PENTUR- son, o deberían ser, a mi juicio, las instancias de gestión que se articulan, desde la sociedad civil y los gobiernos locales, en los territorios donde se ubican nuestros destinos turísticos más importantes para, precisamente, manejar, organizar, gestionar dichos espacios. No hay otra forma de entender el buen gobierno. O para decirlo utilizando conceptos propios de la conservación, para crear gobernanza.

 

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A pesar de no tener muchos ejemplos para demostrar lo que digo, sigo creyendo en que necesitamos forjar una institucionalidad fuerte, vigorosa, que responda al interés de crear una visión de desarrollo compartida que pueda colocarse al inicio de cada emprendimiento. No creo en el poder omnímodo del Estado, tampoco en la magia del capital individual. Creo en el ensamble de pareceres, en la gestión unitaria. En el caminar buscando consensos. En la democracia forjada por los ciudadanos y no por los mesianismos de las ONG, el Estado regalón o el dinero de las grandes transnacionales. Y qué mejor posibilidad de armar el rompecabezas que tenemos los peruanos por delante, que convocando, ya que hablamos de turismo, a todos los actores de un territorio para ir construyendo esta especie de comité de gestión que hemos tenido a bien llamar OGD.

 

He recorrido durante varios días el callejón de Conchucos y sus alrededores, de la mano, lo he dicho en otra columna, de dos buenos funcionarios de un proyecto de desarrollo en la zona que está impulsando la creación de una OGD en el callejón de Conchucos. Y veo claro que su búsqueda es importante. En Conchucos se da la paradoja de que en materia de turismo todos –o casi todos- se han mojado, en algún momento. Todos menos el Estado. Los pobladores locales hace mucho que esperan los beneficios de la actividad y no sentaditos, como se pudiera creer; muchos de ellos se han capacitado, han asistido a talleres, a pasantías y, lo más importante, vienen invirtiendo de lo poco que tienen mucho dinero en hotelitos, albergues, alojamientos. Igual los gobiernos locales y la Asociación Áncash, la institución que canaliza la inversión social de la minera Antamina. Se ha convocado a algunas instituciones foráneas para que depositen algo de su expertice en la zona y vaya si han hecho. En Conchucos se ha levantado un Museo que no tiene nada que envidiar a los encumbrados museos de Lambayeque y se acaba de lanzar el Chavín de Noche, la visita nocturna al complejo arqueológico más valioso del norte peruano.

 

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Con humanas desigualdades, todos se han puesto las pilas y a pesar de ello el negocio, el negocio turístico, no despega y no logra despuntar como todos quisieran. ¿Qué está faltando? Se lo dije a Dora Camino y Alejandro Solís, mis dos compañeros de ruta durante el viaje por el callejón, mientras no haya dirección el progreso tendrá sus bemoles. De allí la importancia de una OGD, de un comité de gestión. Es indudable, lo he comentado en un artículo anterior, que las OGD tienen que trasladar el conocimiento que hemos ido adquiriendo como colectivo a todos sus miembros. Eso es lo que me quedó claro de mi participación en el taller sobre la OGD Puno el año pasado. Pero también deben ejercer liderazgo. Y en una coyuntura (política y social)  tan compleja como la de Conchucos este liderazgo debe ejercerse con autoridad y firmeza. En estos valles tan prósperos se juega la vida el turismo del que venimos hablando. La promesa que se ha lanzado a los pueblos del callejón empieza a pasar factura en tiempos de crisis para la minería, que era, pese a quien le pese, el sector económico que más renta generaba.

 

Liderazgo, sobre todo, para exigirle al Estado central y también al regional y al provincial, que pongan su parte y construyan de una vez la carretera que el callejón –desde Yanama hasta Chavín y desde allí a Cátac, en el callejón de Huaylas- necesita para generar desarrollo. Un producto turístico sin conectividad apropiada no llega a cuajar del todo o se desgasta muy rápido. Lo podemos afirmar después de cinco años de trabajo académico en una universidad limeña y varios lustros de observar la realidad turística nacional.

 

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Lo vuelvo a mencionar: en Conchucos todos se han mojado, o casi todos. Salvo, en la proporción que se necesita, el burocratismo estatal. Ese refugio donde los reyezuelos locales hacen lo que quieren, gobiernan sin opinión pública. O al menos sin ciudadanía atenta y entonces prospera el despilfarro del billete de todos, que en estos territorios se suele gastar en palacios municipales y otras cojudeces. Por eso, querido Pino, considero que hay que dejar los temores de lado y asegurar que se articule, a partir de las OGD que vayamos creando, la resistencia cívica. Qué importa que en este juego se utilicen dineros de afuera. Hay que promover la construcción de una superestructura que permita el crecimiento orgánico de cada uno de los actores comprometidos en el hecho turístico, desde los que conforman el núcleo empresarial privado hasta el propio Estado. Todos los actores, las comunidades vinculadas al turismo, las ONGs que trabajan en el campo, la Iglesia, que tanto hace en algunas regiones para crear desarrollo, las universidades, los institutos técnicos. Todos.

 

 

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Si cada territorio turístico estuviera gobernado por su propia gente y que todo el mundo tuviese claro el papel que le toca jugar, como ciudadanos y organizaciones de un país que necesita crecer –sobre todo económicamente hablando- para poder torcerle el pescuezo a la pobreza extrema, otro sería el cantar. Tendríamos productos turísticos afinados por el consenso y la planificación, coherencia en la búsqueda de un objetivo común y desarrollo de verdad. Y eso solo se encuentra si es que nos juntamos de verdad y derrotamos de una vez al “sálvense quien pueda”, ese malsano grito de guerra que siempre sucede al miedo y que en nuestras llactas reemplazó hace mucho a ese ideal comunitario del que nos hablan los libros de historia del Perú. Por eso pienso que las OGD pueden convertirse en ese refugio de gobernanza que debemos encontrar en cada ayllu (imaginario) del país que soñamos. Saludos, Pino, desde Lima y empaca maletas para reencontrarnos en Tinajones.